DIEZ AÑOS ATRÁS
Ella enamoraba, mirarla me enamoraba. No me arrepiento de la decisión que tomé. Hay situaciones que no puedes controlar. Que no están a tu alcance. La vida es un cúmulo de situaciones incontrolables. Si por mí fuera, todo estaría planificado. Pero entonces puede llegar una enfermedad, una situación conflictiva en tu familia, una adicción, un amor... Y entonces la planificación ya no sirve. Es imposible tener la vida planificada.
La música está sonando muy fuerte y los focos de colores iluminan todo el local. Llevo puesto un vestido, demasiado corto para mi estilo, con lentejuelas de color negro. El pelo lo llevo suelto con tirabuzones, –parecía un día normal de los que salíamos de fiesta. Pero ocurrió, aquí empezó todo.– estoy sentada en la barra. Todos están bailando, unos más borrachos que otros. Yo he pedido un cubata con piña. He venido a esta fiesta por Dani, mi mejor amiga, dice que no me divierto nunca, es verdad, son pocas las veces en las que salgo de fiesta, y me ha arrastrado hasta aquí para que olvide mis penas ya que hace poco que mi ex y yo cortamos. Las dos vamos a la misma universidad y compartimos piso, a mí me concedieron una beca por mis buenas notas y porque soy “huérfana” mi madre murió cuando solo tenía catorce años y mi padre nos abandonó antes de que yo naciera. Estuve hasta los dieciocho con una tía de parte de mi madre, cuando yo me vine a la ciudad ella se quedó en el pueblecito donde vivíamos.
Hace un buen rato que he perdido a Dani de vista, se ha largado con un tal Eric y aún no ha vuelto. Estoy pensando en irme, mañana es sábado y tengo el primer turno en la biblioteca, así que más vale que no abuse demasiado. Al lado tengo a un grupito de chicos haciendo el tonto. El camarero me ha servido un cubata de parte de uno de ellos. Lo conozco, se llama Álex Rivera. Comparto algunas clases con él, es el típico chico con el que todas las chicas sueñan.
-¡Hola! Eeeh... Luisa ¿no?- me saluda.
-Sí, y tú debes de ser Álex, ¿me equivoco?
-Has acertado. Te veo muy aburrida, ven a bailar.- Niego con la cabeza.- ¡Venga vamos!
¿O es que tienes miedo?- Como Dani está por ahí y no tengo nada mejor que hacer, al final accedo. Suena una canción marchosa e intento seguirle el ritmo a Álex.
Se nota que no sueles ir mucho de fiesta.-dice con tono irónico mientras me da otro
cubata.
-Pues no... la verdad es que suelo estudiar y trabajar, no todos tenemos un papi rico que
nos paga la uni y nos concede todos nuestros caprichos...-la verdad es que he sonado
más seria de lo que pretendía.
-¿Estás bien?- me pregunta agachándose un poco para estar a mi altura.
-Si... voy a tomar un poco el aire.- el suelo me da vueltas y no puedo pensar con claridad.
-Te acompaño.- se ofrece.
-Te acompaño.- se ofrece.
En la calle hace un poco de fresco, estamos paseando y charlando y se nos han hecho las dos y media de la madrugada. Le he dicho que estaba algo cansada y me ha llevado a su apartamento, yo no he puesto resistencia, estoy demasiado mareada para discutir.
Me suena el teléfono y doy un brinco. Miro el despertador, son las ocho de la mañana.
Contesto -¿¡Luisa dónde estás!?- me grita Dani. Al preguntarme eso, me desperezo, no tengo ni la más remota idea de donde estoy.
Contesto -¿¡Luisa dónde estás!?- me grita Dani. Al preguntarme eso, me desperezo, no tengo ni la más remota idea de donde estoy.
-No lo sé...- le contesto. Me doy la vuelta y de repente veo que Álex está durmiendo en la misma cama que yo. ¡Oh Dios mío! ¡¿Qué he hecho?! Pienso. –Dani, -susurro- no tengo ni idea de cómo he llegado hasta aquí, creo que estoy en el apartamento de Álex Rivera- le digo mientras me visto- no me acuerdo de nada de lo que hice anoche y me duele un montón la cabeza.
-Sal de ahí rapidito y ven a casa- me dice. En menos de dos minutos ya estoy vestida y saliendo del apartamento sin hacer nada de ruido para no despertarlo. Llamo a un taxi y me dirijo a casa. Cuando llego Dani me abre más rápida que un rayo y me pide que se lo cuente todo. No le puedo contar mucho ya que ni yo sé lo que pasó realmente amoche, el único que lo sabe es él.
Pasan los días y todo parece igual. Ni conversaciones, ni saludos, nada de nada entre él y yo. Como si nada hubiera ocurrido. No sé que pensar, a lo mejor él tampoco se acuerda de lo que pasó realmente, lo más seguro es que ni se acuerde de que estuvimos juntos, ya que me marché antes de que él se despertara... en cualquiera de los casos me daba exactamente igual, yo continuaría con mi vida como si nada, e intentaré olvidar lo poco que recuerdo de aquella noche. –Pero entonces ocurrió, pasó un mes y medio.–
Estoy en la farmacia, hace más de un mes que no me viene la regla, y no hago más que pensar en lo peor. Compro el test de embarazo. Todavía no he hablado de esto con nadie. Cuando llego a casa Dani está sentada en el sofá.
-A ver... ¿te importaría contarme que te está pasando?- me pregunta. De repente sin poder controlarme me pongo a llorar.- Cálmate y cuéntame que te pasa, sea lo que sea yo estaré contigo.
Cuando consigo dejar de llorar le cuento que hace mucho que no me viene la regla, que acabo de comprar un test de embarazo y que no me atrevo a hacerlo por miedo a lo que pueda ocurrir. Me pide que me tranquilice, que lo peor que puede pasar es que esté embarazada y siempre tendría la opción de abortar.
Estoy en el baño, haciéndome el test, ahora un poco más tranquila. Parece que Dani está mucho más inquieta que yo. Salgo del baño.
-Ya está hecho.-digo.
-¿Y que, estás embarazada o no?- me dice impaciente.
-Tranquila, tenemos que esperar cinco minutos para ver las rayas. Una raya significa negativo, es decir, no estaría embarazada. Dos son mala señal, significa positivo, estaría embarazada y no sabría que hacer...
Estamos las dos sentadas en el suelo, junto a le pequeña mesa que hay delante del sofá mirando el aparatito. Estos cinco minutos se me están haciendo eternos.
-¡Ya está! ¡Cinco minutos! ¡Al fin!- dice Daniela. No nos hemos movido del sitio.-¿Cuántas rayitas hay?
No ha hecho falta que le conteste, mi cara se lo ha dicho todo.
-No puede ser, debe estar mal, es imposible... Vamos a comprar otro aparatito de esos y lo repetimos, si quieres voy...- No la he dejado terminar de hablar.
-¡Calla! Por favor...-digo con lágrimas en los ojos- el test no está mal, lo hemos hecho bien, tiene un 99% de fiabilidad.
Bueno... todavía podemos confiar en ese 1%...
-Déjame sola por favor.- digo muy seria. Ella coge el bolso y se va llorando.
Entonces me derrumbo, esto no puede estar pasando, no a mí. La historia se repite. Siempre tuve miedo de que esto sucediera, desde niña me decía a mi misma que no lo permitiría. Pero ha pasado, no fui responsable esa noche y sucedió. El temor que tuve desde pequeña, tener un hijo sin un padre, no ser una familia normal. Mi peor pesadilla ahora es real, y todo por mi culpa. Ahora tengo que elegir entre dos opciones, abortar y continuar mi vida como si nada hubiera pasado o tener al bebé, perder la beca y darle un vuelco a mi vida. La segunda opción significaría dejar la universidad, buscar un trabajo o dos si es necesario y vivir por mi bebé, para que no le faltara de nada, para que tuviera una infancia como la de los otros niños.
Es la hora de cenar, Daniela acaba de volver, no ha dicho palabra desde que ha entrado por la puerta. Yo no dejo de pensar en mis dos opciones. Cenamos y nos vamos a la cama.
Suena el despertador, me levanto. Entro en la cocina, parece que ella hace mucho rato que se ha levantado. Ha hecho tortitas, crêpes... entre otras cosas.
-¿Qué es todo esto?-le pregunto.
-Quiero que sepas que, decidas lo que decidas te apoyaré. Si abortas te acompañaré a la consulta, si tú quieres claro. Y si decides tener al bebé, bienvenido sea, te ayudaré en todo lo que pueda.- Yo me he quedado sin habla, le he respondido abrazándola como nunca lo he hecho.
Estamos entrando en la universidad, veo a Álex en el pasillo, el primer pensamiento que me ha pasado por la cabeza es: Él es el padre, aunque no estuvo bien lo que hizo tiene derecho a saberlo ¿no? Parece que Dani me ha leído el pensamiento, porque de repente me ha advertido. –Piensa todo lo que vas a decir antes de contarle nada.- Yo asiento con la cabeza y me dirijo hacia él con paso firme.
-Oye, tenemos que hablar...- le digo.
-Escucha, lo que pasó la aquella noche, lo siento...-le interrumpo enseguida. Me da igual lo que pasara. Cuando me desperté a tu lado en tu cama, me asusté. No se me ocurrió ni por un segundo en quedarme o despertarte. De lo que tenemos que hablar es mucho más importante, y no lo podemos hacer aquí.
-Vale, salgamos a dar un paseo.
Salimos de la universidad, nos dirigimos hacia un parque natural que hay cerca.
-Bueno, ¿qué cosa tan importante me tienes que decir?- me pregunta.
-A ver esto es serio... primero me tienes que contar que pasó aquella noche y segundo, me tienes que prometer que cuando te lo diga no saldrás corriendo, este problema es tanto tuyo como mío. ¿Entendido?
Me mira con cara de preocupación.
-¿Qué pasa? Me estás asustando...- Dice disimulando con una media sonrisa que no acaba de serlo.
-Primero cuéntame tú, que pasó aquella noche.- Asiente resignado.
-Íbamos borrachos, nos fuimos de la fiesta y terminamos en mi apartamento. Y luego...-se para.
-Y luego... ¿qué?- le digo con frustración.
-Y luego nos acostamos, ¿¡vale!? No me enorgullezco, al contrario, no te he podido mirar a la cara hasta ahora. No sé por qué lo hice. Nunca me había acostado con una chica estando borracha sin que pudiera tener ni voz ni voto. Estaba muy borracho, ya se que no es excusa, lo siento mucho...
Se hizo un silencio muy incómodo.
-Me gustas, me gustas muchísimo. ¡Ale! Ya lo he soltado, nunca me había atrevido a decírtelo por miedo al rechazo...- Él tenía apoyados los codos en los muslos y la cabeza inclinada ligeramente hacia delante y escondida entre sus manos. Mientras, yo estaba perpleja, no daba crédito a la bomba que me acababa de soltar, aunque mi bomba era mucho más difícil de digerir y su asombro sería aún mayor.
Creo que vas a tener la oportunidad de demostrar lo que acabas de decir, y no es porque quiera, es que no tengo otra opción.- Su cara no demostraba lo que estaba sintiendo, así que decidí soltar la bomba.-Estoy embarazada.- Su boca no podía estar más abierta.- El bebé es tuyo...- Ahora parecía que la mandíbula se le hubiera desencajado.- Di algo, por favor...
-Has decidido que vas a hacer?- Se le notaba el miedo al hablar.
-Quiero tenerlo... ¿te parece bien?- le pregunto.
-Esto es culpa mía, aunque no quisiera tener al bebé me aguantaría y aceptaría tu decisión. Pero me parece bien, quiero ayudar, quiero ser su padre, criarlo junto a ti, si te parece bien.- Su respuesta me dejó alucinada, no podía creer las palabras que salían de su boca.
-Claro que quiero, no me gustaría nada que el bebé creciera sin un padre, como yo...
-Vamos.
-¿Dónde?
-A mi apartamento, tenemos que decidir que vamos a hacer.
Vamos al parquin de la universidad y subimos a su coche. No hablamos en todo el trayecto, pero no es un silencio incómodo, más bien reconfortante, mi bebé, nuestro bebé va a crecer feliz en una familia.
Hemos llegado y hemos empezado a hablar hasta llegar a la conclusión de lo que íbamos a hacer. Primero se lo contaremos a sus padres, a su padre no le hará mucha gracia la idea, pero la respetará. Su madre nos ofrecerá su ayuda, le pediremos que cuide a nuestro bebé cuando deje de mamar y pueda beber en biberón, hasta ese día Álex y yo estudiaremos desde casa y cuando el bebé pueda ir a la guardería, volveremos a la universidad, terminaremos la carrera lo antes posible. Y nos pondremos a trabajar. Los padres de Álex, aunque no me guste la idea para nada, nos ayudarán con el tema económico. Más adelante me he propuesto devolverles el dinero.
Me mudé al apartamento de Álex, a Daniela no le hizo ni pizca de gracia después de lo que Álex me había hecho, pero en el fondo sabía que era lo mejor para el bebé.
Viene a verme todos los días y me cuenta los cotilleos y las cosas que pasan en la universidad. A mí se me ha puesto una barriga enorme. El bebé es una niña. La vamos a llamar Laia. No doy crédito a lo que Álex me cuida, cuando se lo conté pensé que me diría que era problema mío y que ya me las arreglaría, y en cambio se esfuerza todos los días al máximo. Está impaciente por ver la cara de nuestra niñita, igual que yo.
NUEVE MESES DESPUÉS.
–Rompí aguas en un centro comercial, mientras Daniela y yo comprábamos cositas de bebé. Las dependientas llamaron a una ambulancia y nos llevaron al hospital. Dani enseguida llamó a Álex, quién dio las gracias por que no estaba sola y vino volando. El parto salió bien, no hubo complicaciones. Nació un angelito precioso de tres quilos. Su padre y yo nos enamoramos de Laia a primera vista, y cuando pasaron unos días volvimos a casa.
Han pasado diez años, nuestra relación no salió como esperábamos. Estuvimos casados un año y medio pero el asunto no salió bien, éramos demasiado jóvenes, yo tuve que dejar la universidad y tener que ponerme a trabajar. Ahora nos llevamos bien a pesar de todo. Tenemos custodia compartida y cada uno ha rehecho su vida pero sin perder los lazos porque tenemos una preciosa niña de diez años a la que los dos adoramos. Ahora he vuelto a reanudar mis estudios. Como decía al principio, nunca me arrepentí de la decisión que tomé, pero siempre me ha rondado por la cabeza como habría sido mi vida si esa noche no hubiese salido de casa.
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