viernes, 27 de mayo de 2016

Concurso Literario

Aitana Ballester Carbonell

ROMA   1er Premio Categoria A



CAPÍTULO 1
Soy Gala y tengo 15 años, mi cumple es el 23 de Abril. Desde muy pequeña he soñado con ir al instituto, sacar superbuenas notas para conseguir muchas becas, e ir a la universidad que más me interese y estudiar una carrera superchula. Tener un buen trabajo, un magnífico sueldo, conocer al amor de mi vida, casarme y tener familia, como sueña cualquier niña pequeña. En cambio mi vida ha sido muy diferente. A los once años me detectaron leucemia. Al principio me mareaba, estaba aturdida y cansada, más tarde la piel la tenía muy pálida y fácilmente me salían moratones o sangraba, y a menudo tenía fiebre. Cuando me ingresaron, yo no sabía que pasaba o eso creían mis padres. Todos los días tenía a mis amigos en la sala de espera, esperando a que la simpática enfermera Tesa les dejara pasar a mi habitación para verme. Les obligaban a pasar de dos en dos y en ocasiones de tres en tres. Siempre entraba primero mi mejor amiga, Lis. Ella es alta y delgada, con una larga melena rubia, y sus inconfundibles ojazos azules. Y Quique, es el típico deportista guapo, simpático y alegre, que no saca buenas notas. Luego pasaban Ainoa, atrevida y sincera, muy extrovertida y curiosa, con Sofía que es justo lo contrario, tímida, vergonzosa y amable, es la más lista de la clase y siempre lo ha sido. Y por último me visitaban Rebeca, amante de la pintura y la lectura. Es pelirroja, sin pecas y con sus ojos claros. A veces las acompañaba Alberto, que es el clásico chico estudioso, un poco introvertido, pero cuando coge confianza no hay quien lo calle. Lleva gafas, es bajito y muy expresivo. Y aunque nadie lo diría, es gay. Yo soy morena, de estatura normal, ni muy alta ni muy baja y delgada. Todo el mundo dice que tengo unos enormes ojos marrones que hablan por mi. Mi carácter a pesar de mi situación es alegre y simpático. Toco, o mejor dicho, tocaba el piano. Porque desde que me detectaron este maldito cáncer los médicos consideran que no estoy en condiciones para tocar. Yo creía que no querían meter en pediatría un piano, porque sabían que si lo ponían, los niños que tocan el piano estarían siempre tocando y todos los otros que eran músicos querrían traer sus instrumentos. Y esto en lugar de pediatría parecería un conservatorio de música, ya que casi todos tocamos algún instrumento. En el hospital he hecho una amiga, la ingresaron hace ocho meses. Se llama Iris, es cariñosa, agradable y muy divertida. Ella padece Mielofibrosis, un tipo de cáncer sanguíneo progresivo con limitadas opciones de tratamiento. Es poco frecuente en los niños. Solemos estar todo el día juntas charlando y entreteniéndonos una a la otra. Ella tiene un hermano que se pasa con nosotras día y noche. Siempre está atendiéndonos y preocupándose por nosotras. Se llama Alex, es rubio y tiene los ojos verdosos, es alto guapo y estudioso. Iris y Alex vienen de una familia adinerada.
CAPÍTULO 2
Estamos todos en nuestra habitación, Iris y yo les hemos pedido a nuestros padres que les digan a los médicos si nos pueden poner en la misma habitación, y con la charla de nuestros padres con los médicos y la ayuda de la enfermera Tesa, al final han accedido. Sofía no ha podido venir porque tenía un examen muy importante. De repente ha empezado a sonar un pitido de los aparatos de Iris. Alex ha salido corriendo buscando a la enfermera. Y enseguida han sacado a todo el mundo de la habitación, solo quedamos Iris, los médicos, los enfermeros, y yo. Al final el susto se ha quedado en nada.
-Solo ha sido un cable que alguien habrá pisado sin querer.- Me ha dicho Tesa.
-¡Menos mal!- admito yo. –Debería contárselo a su hermano… Estará fuera preocupado… ¿Puedes avisarle?
-Si, claro. De todas formas deberéis ir con cuidado cuando metáis a tanta gente aquí dentro, o al final os lo prohibirán.- Me hizo una sonrisa amable, de las que siempre reparte ella.
-Vale.- le contesté yo devolviéndole la sonrisa.
CAPÍTULO 3
Hoy es veintiséis de Marzo, son las 20:30. Los chicos se acaban de marchar a casa después de haber estado desde las cinco charlando y jugando a unos juegos de mesa que han traído. Esta tarde han estado especialmente extraños, se echaban miradas que al parecer todos entendían, menos yo. Entre risas, Ainoa casi ha dicho algo que nadie quería que dijera para que no me enterase de lo que tramaban. Me he quedado intrigada, ¿Qué piensan hacer? Es la pregunta que he estado haciéndome desde que se han marchado. Iris no me la ha resuelto en ningún momento por muchas veces que le he preguntado. Al fin, han entrado mis padres con Tesa a traernos la cena.
-Mamá ¿sabes algo de lo que traman mis amigos?- Se han quedado los tres mirándose. ¡Hasta mi padre sabe lo que está pasando! Por detrás se ve a Iris haciendo un gesto de Silencio, poniendo el dedo índice sobre los labios, con una sonrisa.
-¿Yo…? No sé nada. Además hoy he visto a Sofía y a Lis, y estaban de lo más normales.- Dice mi madre balbuceando.
-Seguro que son imaginaciones tuyas.- Añade Iris pensando que no la he visto haciendo el gesto de silencio. Al final les creo, pero en el fondo sé que están mintiendo.
En los siguientes días siempre pillaba a alguien cuchicheando, y cuando entraba a la habitación se callaban. También se quedaban hasta más tarde en el hospital. Finalmente le quité importancia al asunto porque sabía que si ellos no querían, no lo adivinaría jamás.
CAPÍTULO 4
Estoy sola en la habitación con Alex, a Iris se la han llevado a hacerle unas pruebas. Mientras yo mejoro, ella cada vez está peor. Los médicos le han propuesto a ella y a su familia hacerle un tratamiento nuevo que podría funcionar en el tipo de cáncer que padece. Sus padres se lo están pensando. Los médicos dicen que cuando antes empiecen el tratamiento mejor, así que les han dado tres días para ver las ventajas y los inconvenientes. Ella dice que se lo quiere poner, siempre bromea, diciendo que no puede estar peor, aunque sabe que si se lo administran lo pasará fatal. De repente Alex empieza a hablar.
-Iris está muy mal…-dice mientras se le cae una lágrima que va descendiendo por su sonrojada mejilla.
-Ya lo sé.- Le contesto dándole un abrazo. De repente nos quedamos mirando fijamente a los ojos. Cada vez estamos más cerca el uno del otro. Nuestros labios están a punto de rozarse. Pero entran Iris y Tesa, y nos separamos inmediatamente. Las chicas se me han quedado mirando, estoy toda sonrojada. Parezco un tomate.
-Voy a que me dé un poco el aire.- Dice Alex.
Iris se está riendo con esa cara de pilla que pone cuando sabe que tiene razón, o se ha enterado de algo que nadie sabe. Estoy super nerviosa, Tesa ya ha salido y Iris no para de mirarme.
-¿Qué?- Le pregunto yo.
-Nada, nada…- Responde ella sin dejar de mirarme. Al cabo de un rato entra Alex, pero ella no hace ningún comentario y nosotros tampoco, así que el ambiente se calma.
Los días pasan, todos hacemos vida si se puede decir “normal”, Alex y yo no hemos hablado de lo ocurrido.
CAPÍTULO 5
-¡FELIZ CUMLEAÑOS!- Voy abriendo los ojos mientras oigo un alboroto en el cuarto. ¿Qué es esto? Pienso… aún estoy medio dormida. Cuando consigo abrir los ojos veo a mis amigos, a mis padres, a las enfermeras, a Alex…
-¡Gracias!- Exclamo yo, mientras todo el mundo me besa y me abraza. Le llega el turno a Alex, esto es un poco incómodo. Iris nos observa. Nos hemos quedado todos callados, que situación más absurda.
-Bueno… ¿Quién tiene hambre?- Dice Tesa para romper el hielo.
La gente empieza a gritar. -¡Yo!- Otros dicen -¡Uyyy! ¡Que hambre!- y todo el mundo sale de la habitación, menos Lis que se queda sentada a mi lado y Iris que también está tumbada. Mis dos amigas se ríen y no sé porqué, aunque me lo imagino.
-Bueno… ¿Qué te ha pasado con Alex?- dice Lis.
-Nada…- asiento. Iris no para de mirarme como de costumbre desde que nos “interrumpieron” ella y Tesa, pero no dice nada.
-Gala te conozco, sabes que a mi no me engañas por mucho que te empeñes. Y ya sé lo que te pasa…- hace una pausa y, sueltan las dos chicas a coro muy risueñas, como si fueran dos niñas pequeñas –¡Te gusta Alex!- yo asiento con la cabeza. Y las tres nos echamos a reír a carcajadas. Como de costumbre, mientras hablamos alguien irrumpe en la habitación. ¡Es Alex! Nos callamos de golpe. Él sabe de que estamos hablando, pero de todas formas pregunta. Ahora el coro lo formamos las tres, -¡De nada!- Gritamos a la vez. Él se ríe, con esa sonrisa tan bonita que tiene. Después se sienta con nosotras y empezamos a hablar, de otro tema, claro...
CAPÍTULO 6
Ya está oscureciendo, serán las siete y media. Miro el reloj de pared de la habitación para confirmarlo. Estoy tumbada escuchando música con los cascos. Hoy ha sido un dia muy tranquilo, desde que se han ido Lis y Alex no ha venido nadie, solo las enfermeras. Ni siquiera ha venido Tesa. Hasta Iris se ha ido a medio dia a hacerse otras pruebas, dice ella. Parece ser que es mentira, ya que les he preguntado a las enfermeras que han venido a lo largo del dia, y no saben nada. Sus padres han accedido a que le administren el tratamiento nuevo. Al cabo de un ratito, entran Tesa y mi madre, con una silla de ruedas
y un pañuelo de seda. -¿Para que querrán una silla de ruedas si yo puedo andar perfectamente?- Pienso. Pero de repente me sientan en la silla, y me vendan los ojos. Intento protestar, pero como si nada.
-¿A dónde vamos si se puede saber?
-A un sitio Gala.¡No seas protestona!- Es la única respuesta que me dan. Intentan estar serias pero, se les escapa de vez en cuando alguna risita.
Todavía no hemos salido de la habitación, extraño, porqué ¿para que quieren la silla de ruedas sino? De repente oigo que cierran la puerta, y me empiezan a desnudar.–¿Qué hacéis?- Grito con fuerza. Las dos empiezan a reírse a carcajadas. Estoy muy enfadada, si me hubieran dado la ropa, me habría cambiado yo solita. Que ya soy lo suficientemente mayor como para cambiarme sola, ¿no?
-Es una sorpresa Gala. Ya lo verás, te estamos poniendo guapa.- Mi madre intenta tranquilizarme. Pero se nota que las dos se lo están pasando de maravilla. Noto una tela sedosa por el cuerpo, me están poniendo un vestido. Luego unos zapatos muy cómodos. Y por último me están haciendo un moño. Ya estoy más calmada, porque al fin y al cabo, ellas no están haciendo nada malo, al contrario. Se oyen voces en el pasillo. Abren la puerta. –¡Ya está todo listo!- Dice una voz, parece que sea Quique.
-¡Ayúdame Quique! ¡Sácame de aquí!- Digo de broma.
-¿¡Te has enfadado mucho con nosotros!?- Pregunta Lis con voz de pena.
-Pobrecita... -añade Alex- ¡como me la maltratáis!- Empezamos todos a reír.
Quique coge la silla de ruedas conmigo sentada. I empezamos a movernos, creo que están dando vueltas por la planta, para marearme y que no sepa a donde vamos, y lo están consiguiendo. Luego subimos al ascensor, y Lis me susurra a la oreja, -¡Estas guapísima!- Yo sonrío. El ascensor avisa que estamos subiendo. Cosa que no tenían prevista al parecer, porque después no sé cuántas veces hemos subido y bajado. Al final bajamos del ascensor, y seguimos recto. Creoque no he estado nunca en esta parte de el hospital, ya que está completamente en silencio. No parece que haya pacientes enfermos. Escucho una melodía que me es familiar, es la canción de Cumpleaños Feliz, la están tocando con un piano en directo, y la letra la cantan un montón de personas que parecen estar aquí. Alguien me ha quitado el pañuelo de los ojos. Estoy en una enorme sala, con paredes de cristal. Debe de ser el ático de un edificio, porque se ve toda la ciudad desde lo alto iluminada.Es una vista increíble. A la derecha hay mesas con montones de comida, a la izquierda sofás y sillones formando una L, en el centro de esta hay una pista de baile. Al fondo tenemos un ventanal que da a una gran terraza donde también hay más sofás, sillones, sillas... Está iluminada con cientos de pequeñas luces de colores.
-¡SORPRESA!- Grita todo el mundo.
-¿Todo esto es para mi? ¡Es alucinante!- Todos están aplaudiendo. Mis padres se acercan y me preguntan si me gusta. Yo asiento y les doy un abrazo con todas mis fuerzas.
-¡Gracias!- Grito como si me fuera la vida en ello.
Empieza a sonar la música y voy saludando a la gente. Aquí hay un montón de personas, mis padres, compañeros de la escuela y de la academia de inglés, mi profesora de piano, primos y primas, tíos y tías, mis abuelos,... y mis amigos. Todos me dicen lo radiante que estoy, y me acuerdo de que todavía no me he visto. Lis me mira, me coge del brazo y entramos en un cuartito, que está más o menos escondido, porque nadie se ha dado cuenta de que está allí. Lo tiene todo pensado, dentro del pequeño cuarto hay un gran espejo, y me lo señala.
-¿Te gusta?- dice muy satisfecha. Me estoy mirando, y se me pinta una sonrisa en la cara. Ella se lo toma como un sí. El vestido es de color azul marino, me llega por las rodillas. Lo toco de cintura hacia abajo, la textura es muy suave. En el pecho hay una tela que llega hasta uno de los tirantes, y por encima otra tela que llega hasta el otro tirante. Los tirantes son bastante amplios. Es muy fino, y elegante. En el pelo tengo un moño con un tocado a conjunto del vestido.
-¿Lo has elegido tu, no?- le pregunto.
-¡Pues claro!- Contesta.- Con la ayuda de tu madre.- Las dos esbozamos una sonrisa y nos abrazamos. Salimos del cuartito, y nos unimos a la gente.
Primero cenamos, luego brindamos y me sacaron una tarta para que soplara las velas, llegó la hora de los regalos, me dieron muchas cosas pero lo que de verdad me impresionó fue el fascinante piano de cola que me sacaron. Era el piano en el que Neus, mi antigua profesora de piano había tocado unas horas, antes cuando entre yo, la canción de Cumpleaños Feliz. Me han pedido que toque, y aunque lleve algún tiempo sin tocar, la Nocturno en Mi bemol Mayor de Chopin, me ha salido bastante bien. Todos me han aplaudido. Más tarde pusieron música más moderna. Estuvimos bailando toda la noche. Ahora son las dos y media de la madrugada, la gente ha ido yéndose, solo quedamos los jóvenes. Mis padres también se han marchado a acostarse. Están todos dentro en la sala divirtiéndose. Yo estoy sola en la terraza, apoyada en la barandilla, pensando y disfrutando de las magníficas vistas. De pronto alguien me toca el hombro. Me giro y subo la mirada, es Alex.
-Hola- dice suavemente mirándome.
-Hola- respondo, casi sin sonarme la voz. Pero me ha oído porque me está sonriendo. Me vuelvo a dar la vuelta hacia el paisaje, y me apoyo en la barandilla. Él me imita y se pone a mi lado.
-¿Sabes? Descubrí este sitio hace dos meses.- Mira hacia el horizonte.- Y enseguida pensé en ti.- Agacha un poco la mirada, y luego la dirige hacia mí.
-¿En mi?- Pregunto yo.
-Sí, Lis me comentó que querían hacerte algo especial por tu cumpleaños. Pero no se les ocurría el que. El día en que los médicos nos propusieron administrarle a Iris el nuevo tratamiento, yo empecé a dar vueltas por el hospital para pensar, arriba y abajo, por un ala del hospital, luego por la otra. Al final me topé con esta sala. De pronto se me ocurrió que aquí podríamos hacer algo. Y llamé a Lis para contárselo. Al cabo de una hora vinieron los chicos y se lo mostré. Nos quedamos pensando, era un buen sitio para celebrarlo. Pero queríamos algo más que una simple fiesta. Y a Alberto se le ocurrió la genial idea de hacerte una fiesta sorpresa. Preguntamos a los médicos, y nos dijeron que esta sala no tenía ningún uso en estos momentos, y que claro que podíamos celebrar aquí tu cumpleaños. También nos dijeron que hacía tiempo que querían poner aquí arriba una “sala de música” para los enfermos más pequeños, y para cualquier otro paciente que le gustase, pero no había presupuesto, y que en un futuro les gustaría llevarlo a cabo.
-Seria increíble poder llevar a cabo ese proyecto, y más en un lugar tan bonito como este. A los niños les encantaría, y el estar encerrados en el hospital no sería tan duro.- Le interrumpo yo.
-Eso mismo pienso yo.-dice él.- Su mirada sigue clavada en mí, y eso me pone un poco nerviosa. Enseguida nos ocurre lo mismo que el otro día, que estuvimos a punto de besarnos. Con la diferencia de que ahora no nos interrumpe nadie, y nuestros labios se juntan, me brillan los ojos, siento un hormigueo en la barriga y me encuentro bien. Estamos unos segundos besándonos, cuando oímos a Lis y a Iris.- ¡Venga tortolitos, que se os echa de menos!- Luego se van dejándonos nuevamente solos. Nos miramos a los ojos y sonreímos, yo no sé qué hacer me siento nerviosa y al mismo tiempo tranquila, en paz. Alex me coge de la mano, y entramos juntos a la sala. La música está a tope, empezamos a bailar y nos mezclamos entre la multitud.
CAPÍTULO 7
Ya es casi verano, Alex y yo estamos oficialmente juntos. Los médicos nos han informado que han encontrado un donante de médula compatible para mí, y que si sigo mejorando así me harán un trasplante. Estoy eufórica y al mismo tiempo muy asustada. Por el contrario Iris no reacciona al nuevo tratamiento, y los médicos estudian soluciones. Aunque nos dicen que no hay muchas esperanzas, nosotros tenemos fe. Un día Iris y yo estábamos hablando, y me comentó lo harta que estaba de estar encerrada en aquel hospital. Así que yo me quedé pensando... Se lo conté a Lis y a Alex, les propuse de hacer un viaje todos los amigos con Iris, a un sitio no muy lejos, pero que tampoco fuera a un hotel de la ciudad de al lado. Enseguida Alex dijo de irnos a Italia, Iris siempre había querido ir. Su padre tiene un amigo bastante rico con una casa en Roma, en verano el señor siempre se va de vacaciones y no le importaría dejárnosla, decía. Al día siguiente le pidió el número de aquel señor a su padre, y le llamó. Así fue, el encantador señor accedió inmediatamente, pero con una condición, que nos lo pasáramos lo mejor que pudiéramos. Se lo dijimos cada uno a nuestros padres y a los médicos, por mi parte no había ningún problema, la operación tardaría aún unos meses. Pero cuando Alex se lo dijo a sus padres, no parecían muy convencidos... Al final, con muchísimas súplicas y explicándoles a ellos y a los médicos como se sentía Iris, se fueron a hablar. Cuando volvieron, con lágrimas en los ojos asintieron con la cabeza. Los médicos se fueron, y nos dejaron con los padres de Alex e Iris. Nos explicaron que a Iris como mucho le quedaba un año de vida, y querían que lo pasara bien. Que no estuviera encerrada entre cuatro paredes contando los días. La dejaban venir, pero solo si Tesa nos acompañaba. Fueron a decírselo, no tenía que preocuparse por el dinero del avión o de cualquier otra cosa, lo tendría todo pagado. Solo tenía que asegurarse de que Iris y yo volviésemos “sanas y salvas” a casa.
Por eso ahora estamos en un avión. ¡Llevamos ya una hora y media volando hacia Roma! Estamos súper emocionados, Iris la que más. Después de largas charlas, muchos chistes,... la mayoría se ha dormido, yo estoy leyendo.
-Señores pasajeros abróchense los cinturones y prepárense para realizar el aterrizaje- Vamos a recoger nuestras maletas, y pedimos dos taxis que nos lleven hasta la casa. Ya hemos llegado, nos anuncia el conductor. Cuando vemos la casa nos quedamos todos boquiabiertos, menos Iris y Alex que están sonriendo.
-Esto no es una casa... ¡Esto es un caserón!- exclama Tesa, que siempre dice la primera palabra.
-Eso digo yo. Nos habíais dicho que era una casa, ¡no una mansión!- dice Alberto. Entramos dentro, y aún es más impresionante. Tenemos un cuarto para cada uno con súper baño con jacuzzi incluido, hay una gigante piscina en un enorme jardín,… y tenemos servicio a nuestra disposición. Vamos cada uno a la habitación que hemos elegido, Alex y yo nos hemos instalado en la misma, y Iris y Tesa dormirán juntas, los chicos cada uno ha elegido la suya, y las chicas han escogido la habitación más grande y se han instalado allí las cuatro. Hemos cenado y nos hemos ido a dormir, mañana será un día muy largo.
Los días siguientes visitamos algunos de los monumentos más antiguos de Roma, hicimos turismo, comimos en los restaurantes que nos recomendó Antoine, el propietario de la casa. I nos lo pasamos de fábula. Cuando llegó el día de la vuelta a casa, estábamos contentos, Iris no estaba muy bien, pero nos estaba agradecida por el regalo que le habíamos hecho. Y con eso nos bastaba, porque sabíamos que ella no iba a mejorar. Nos dejaron a Alex, a Iris, a Tesa y a mí en el hospital, y se fueron a casa.
CAPÍTULO 8
Los meses fueron pasando, y al fin llegó el día de mi operación. Duró varias horas, y estuve unas semanas para recuperarme, los chicos se quedaban mucho más tiempo que antes, sobretodo Lis. Iris tenía ratos en los que se encontraba “bien” y nos animábamos mutuamente. Alex prácticamente vivía con nosotras en el hospital, su hermana no iba a recuperarse y si me salía algo mal entorno a mi operación, tampoco me quedaría mucho más tiempo en este mundo. Así que él siempre decía: -Tengo que pasar el mayor tiempo posible con mis dos chicas.- y nosotras nos alegrábamos de tenerlo allí.
Unos meses después Iris falleció, a nosotros nos confortaba pensar que su corta vida había sido feliz. Aunque nunca llegaría a sacarse el graduado escolar, ni a tener una carrera, ni a enamorarse, ni tendría su propia familia, nunca se equivocaría, ni acertaría... nunca la volveríamos a ver. A mi todo me fue mejor, la operación salió bien, aunque hubieron algunos imprevistos. Pronto salí del hospital, al principio iba todas las semanas a una revisión, luego ya fueron alargándola, cada quince días, una vez al mes... Dejé allí el piano que me regalaron por mi cumpleaños, así tendrían la primera pieza de la sala de música del hospital.
Ahora estoy en la universidad, estudio una carrera que realmente me gusta, sigo con Alex, y mi sueño de niña va cumpliéndose. Aunque por mucho tiempo que pase, nunca olvidaré la pequeña, pero intensa historia de mi juventud.

No hay comentarios:

Publicar un comentario